Historia del museo
Desde la segunda mitad del siglo XIX muchas capitales europeas advirtieron la necesidad de construir grandes museos dedicados al arte, la historia y la cultura de las ciudades, como el Musée Carnavalet creado en 1880 y dedicado a la historia de París y el Museum of Town of London. En Roma, convertida en capital del reino en 1870, se empezó a trabajar la idea de crear un museo que conservara la memoria de las partes de la ciudad que estaban desapareciendo como consecuencia de las demoliciones efectuadas por los Planes Reguladores de Roma de 1873 y 1883.
El proyecto se vio reforzado en el siglo XX, en particular por las intervenciones realizadas en los años 1920 y 1930 que obligaron a destruir áreas urbanas enteras para dejar paso a la utopía de modernización de la Tercera Roma de Mussolini. La exigencia de dejar constancia del pasado de la ciudad emergió de la Administración Municipal, que encargó en varias ocasiones la ejecución de un gran número de fotografías de las zonas más afectada por las obras y apostó por adquirir (entre 1887 y 1908) la colección de 120 vistas de Roma Desaparecida realizadas por Ettore Roesler Franz entre 1879 y 1896.
Las exposiciones retrospectivas dedicadas a las artes en Roma entre el siglo VI y el XIX, celebradas en el marco de la Exposición Universal de 1911 para celebrar el 50 aniversario de la unidad de Italia, constituyeron la antesala de los museos históricos documentales ya que en ellas se expusieron materiales que ilustraban los lugares, los oficios y las culturas desaparecidas a través de las acuarelas de Roesler Franz, el tren de Pío IX, los grabados de la Roma renacentista y las costumbres populares.
Parte de estas obras confluyeron en el Museo di Roma, inaugurado el 21 de abril de 1930, en la sede de la antigua fábrica de pasta Pantanella, en la plaza de la Bocca della Verita, por el entonces director de las Antigüedades y Bellas Artes de la Gobernación de Roma, Antonio Muñoz (1884-1960).
En los locales de esta antigua fábrica también se hallaba el Museo dell’Impero, fundado en 1926. La institución del Museo di Roma tuvo lugar en el contexto de las múltiples iniciativas de propaganda cultural de la Gobernación romana. Si con el Antiquarium y el Museo dell’Impero se celebraba el mito de la romanidad, del que el fascismo se proclamó legítimo heredero, el Museo di Roma quería colmar la distancia entre aquella lejana época de gloria recreando una epopeya de la historia ciudadana medieval y moderna. Pero la realización de este proyecto se reducía a la exposición de algunos calcos de yeso y reproducciones de varias pinturas de lugares desaparecidos pertenecientes a autores contemporáneos, cuyas piezas clave eran las acuarelas de Roesler Franz, frescos y fragmentos pétreos procedentes de las demoliciones, un núcleo de cerámicas y una rica colección de planchas y grabados sobre la ciudad que documentaban las transformaciones urbanísticas, los acontecimientos históricos y las costumbres desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. Físicamente, la exposición seguía, por un lado, una continuidad de criterios estético-evocativos de las exposiciones de 1911, recreando, a cargo de los artistas de la época, auténticas escenas teatrales de la vida popular y, por el otro, denunciaba la manipulación de las ideologías con una heterogénea selección de retratos de ilustres romanos entre el siglo XIX y el XX, que llamaban a las gestas de la I Guerra Mundial con un retrato de Enrico Toti, mientras que un panel pintado por Edoardo del Neri, inspirado en las tipologías de los triunfos romanos, loaba una marcha sobre Roma, aludiendo a la recuperación de los antiguos destinos victoriosos por parte de los camisas negras.
Sin embargo, en los años siguientes, gracias al propio Muñoz, numerosas adquisiciones enriquecieron el museo con obras de notable calidad, como las pinturas de la colección Rospigliosi y una serie de bustos-retrato del siglo XVII, con las que se inició un proceso de superación del carácter meramente ilustrativo y documental del museo. En 1939, cuando apenas contaba diez años de vida, el museo tuvo que cerrar sus puertas a causa de la guerra.
Tras la segunda guerra mundial, el museo fue reproyectado en un contexto político distinto y, en 1952, fue trasladado a la nueva sede de palacio Braschi. Allí el Museo di Roma inició un proceso de enriquecimiento y, sobre todo, de revalorización de las colecciones gracias a una presentación más orgánica y actualizada del itinerario expositivo, y también gracias a la celebración de exposiciones temporales sobre temas de gran valor científico. Este fue el caso de la exposición sobre el “Siglo XVIII en Roma” celebrada en 1959 en el Palacio de las Exposiciones, a cargo de la dirección del Museo di Roma. Fue particularmente importante la gran exposición de 1953 sobre fotografía en Roma entre 1840 y 1915, que recuperó un patrimonio lleno de imágenes pertenecientes a colecciones privadas y posteriormente permitió adquirir piezas de gran valor. La exposición monográfica sobre Bartolomeo Pinelli en 1956 también ofreció un primer reconocimiento exhaustivo sobre la variada obra del artista, hasta entonces sólo apreciada por el aspecto de las ilustraciones de los “buenos tiempos pasados”.
Una serie de legados y donaciones, a menudo fruto de la constante atención hacia el Museo di Roma por parte de la Asociación “Amici dei Musei di Roma” fundada en 1948 enriqueció aún más las colecciones a lo largo de los años.
Las colecciones del museo crecieron gracias a las donaciones de Pollak Süssmann Nicod (desde 1951), Theodoli (1954), Lemmerman (1950 y 1964), Boncompagni Ludovisi (1954), Dusmet (1954); otras obras llegaron desde los depósitos del Museo de Palazzo Venezia, del Museo Artistico Industriale y de la Università dei Marmorai. Entre las adquisiciones incorporadas se cuenta la colección de 5.000 grabados, dibujos, libros antiguos ilustrados que pertenecieron a Antonio Muñoz, la colección de acuarelas de Achille Pinelli, el grupo de vistas romanas de Ippolito Caffi, los bustos de la escuela Berniniana de la familia Barberini y el retablo de la Compagnia delle Stimmate atribuido a Guido Reni.
En tiempos más recientes se han continuado los esfuerzos para incrementar las colecciones con adquisiciones estudiadas que han ampliado el valor histórico-artístico del museo respecto a su vocación documental original.
El excepcional incremento de las colecciones gráfica y de fotografía sugirió a principios de los años 70 la subdivisión del Museo di Roma para crear el Gabinetto Comunale delle Stampe y el Archivio Fotografico Comunale.
En 1987, la degradación progresiva del edificio obligó a cerrar al público el museo. Las obras de consolidación, restauración y adecuación tecnológica del museo iniciaron en 1988 y la primera fase, que permitió la reapertura parcial, tuvo lugar el 3 de mayo de 2002. La conclusión final fue en 2005. La reapertura del museo planteó la exigencia de redefinir la imagen y las líneas de desarrollo. A pesar de que conserva la fisonomía que había ido asumiendo desde 1930, el nuevo museo responde a las exigencias de una institución museística moderna tanto desde el punto de vista de la investigación científica y de la función de un museo de la ciudad, como desde el de los servicios ofrecidos.
Para este fin, el Ayuntamiento de Roma creó en 1993 un grupo de trabajo compuesto por funcionarios del museo y por profesores universitarios para preparar un proyecto conjunto de reordenación de las colecciones. Los resultados de este trabajo han sido publicados en el «Boletín de los museos municipales de Roma» (n. 8 y 9, 1994 y 1995). Las líneas programáticas del nuevo museo se han presentado en la «Asamblea Internacional de Palacio Braschi, conoce sus tesoros» celebrado en la Protomoteca Capitolina los días 2 y 3 de febrero de 1994 (actas publicadas en 1995 por el Archivo Guido Izzi).
Asimismo, el Museo di Roma está procediendo a la rigurosa catalogación informatizada de todas las obras con el objetivo de constituir una base de datos utilizable a distintos niveles de acceso: desde el personal del museo hasta el estudiante, el turista o el investigador.